En la última clase antes
de Semana Santa hicimos una aproximación al concepto de Patrimonio
Cultural y a la idea de cómo este puede servir como ámbito de
intervención para los y las educadoras sociales.
Entendemos el patrimonio
cultural como todo aquello que heredamos de nuestros antecedentes; es
decir, como el conjunto de bienes que se han conservado y heredado
socialmente de generación en generación. Es en los años 80 cuando
surge el concepto de Patrimonio Histórico-Artístico en relación a
los objetos y monumentos. Sin embargo, la UNESCO consideraba que
había que darle un sentido más amplio a este concepto, planteándolo
entonces como Patrimonio Cultural y haciendo referencia a todo tipo
de costumbres, tradiciones, monumentos, idiomas, rituales, entre
otras.
Actualmente, podemos
afirmar que Patrimonio Cultural es todo aquello que se considera
socialmente digno de conservación, independientemente de su valor
utilitario. Pero, ¿qué o quiénes deciden qué es y qué no es
patrimonio cultural? Es cierto que en última instancia son
instituciones como la UNESCO, el Ministerio de Cultura o la
Generalitat, las que deciden y aprueban que un determinado bien
histórico sea considerado patrimonio cultural; sin embargo, cabe
decir que, aunque sean estos organismos los que lo aprueben, todo
aquello que para la sociedad sea importante y necesario conservar,
es lo que se planteará como tal desde las instituciones competentes.
Con esto, afirmamos que
el patrimonio es una construcción social y además un espacio de
conflicto entre aquello que para unos es importante y para los que
no. Por ello, es preciso activar el patrimonio, es decir, ponerlo en
valor; lograr que la sociedad lo viva como algo colectivo y común,
evitando así el mayor conflicto posible. Desde este punto de vista,
partiendo de la idea de que el patrimonio es una construcción
social, no podemos afirmar que sea algo objetivo, pues continuamente
está cambiando, siendo dependiente del momento social y de la época
en que se viva; así como del sector turístico, puesto que puede
suponer un ingreso para el mismo y un desarrollo social.
En relación al
patrimonio cultural es preciso tener en cuenta las distintas líneas
de actuación, que son:
- De recuperación, conservación o restauración.
- De activación (ponerlo en valor para lograr que no se pierda).
- De difusión (dar a conocer).
- De reelaboración (cambiar, darle otro sentido).
- De creación.
Dicho esto, cabe acercar
el papel del educador y la educadora social a este ámbito, siendo la
difusión la línea de trabajo de los y las educadoras con
actividades propias como las de realizar visitas guiadas, talleres o
itinerarios culturales. En relación a las visitas guiadas, el
educador deberá tener en cuenta tanto la finalidad como las
características de los visitantes, utilizando diversas actividades
metodológicas que lo hagan al espectador mucho más atractivo e
interesante. Es decir, el educador social no debe limitarse a guiar
la visita a través de explicaciones teóricas que hacen que los
espectadores desconecten y pierdan completamente el interés, sino
que debe adaptarse a estos y realizar dinámicas creativas e
interesantes, aunque se deje de lado esa explicación completa de la
cuestión a tratar.
Por su parte, en los
talleres se pueden realizar todo tipo de actividades creativas para
acercar a los visitantes a la actividad, ya sea a través de talleres
de expresión, actividades de investigación, talleres vivenciales,
entre muchas otras. Y por último, en relación a los itinerarios
culturales, en los que se combina tanto las visitas guiadas como los
talleres, es preciso que los educadores y las educadoras sociales
sepan darle una estructura narrativa, es decir, que el itinerario
tenga un principio y un final, en el que las actividades estén bien
conectadas, con un sentido adecuado y de forma coherente.
Consideramos importante
destacar que aunque no sean muy conocidas, se han llevado a cabo
numerosas experiencias en esta línea de trabajo, siendo en la
mayoría de los casos, propuestas de dinamización sociocultural que
han colaborado tanto para la promoción cultural y difusión del
patrimonio como en la reinserción de determinados colectivos
sociales en riesgo de exclusión. Es aquí donde el educador y la
educadora social debe abrirse hueco y utilizar las diferentes
herramientas que tiene a su alcance para ampliar su repertorio e
introducir nuevas estrategias de intervención que sirvan a la
comunidad.
Desde esta idea es
preciso que entendamos el patrimonio no como un fin en sí mismo,
sino como un medio que debe integrarse en el proceso educativo en
general y en la formación de la ciudadanía en particular. A través
de los referentes patrimoniales, se puede trabajar en el fomento del
pensamiento crítico y la reflexión de la realidad, la comprensión
de las sociedades pasadas y presentes, la vinculación de nuestras
raíces culturales y nuestras tradiciones. De este modo, se configura
el patrimonio como un conjunto de elementos socialmente simbólicos e
identitarios sobre los que reflexionar y fomentar actitudes que
potencien el respeto a la diversidad y la pluralidad. Todo ello se
puede trabajar desde una metodología participativa, creativa y de
investigación, que despierte el interés por la cultura y sirva como
medio para ampliar conocimientos.
Es decir, con la
incorporación de este nuevo ámbito en la educación, ya sea formal
o no, no solo se pretende la mera adquisición de conocimientos, sino
que lo que se espera y se trabaja es que los alumnos desarrollen otro
tipo de capacidades como son las de observación, análisis,
reflexión, entre otras, de manera que la enseñanza a través del
patrimonio se convierta en un proceso más comprometido con el
entorno social que les rodea. Desde nuestro punto de vista, los y las
educadoras sociales, importantes por su perfil profesional, deben
abrirse camino en este ámbito de trabajo, pues tienen la capacidad
para reinterpretarlo como escenario abierto, integrador y
multidisciplinar.
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