"Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada" (José Luís San Pedro)

viernes, 17 de abril de 2015

El teatro como medio de transformación social.

El martes pasado dimos paso a un nuevo tema muy interesante: el teatro social. Desde esta perspectiva es importante que entendamos el mismo como una herramienta de transformación no solo personal, sino también colectiva. Existen diversas denominaciones entorno a este concepto como son: teatro comunitario, teatro aplicado, teatro para el desarrollo, teatro del oprimido, entre muchas otras. Pero lo que realmente nos interesa de ellas es el proceso educativo que se produce; planteándose como uno de los objetivos principales generar procesos de creación cultual y empoderamiento.

El teatro social surge debido a la ruptura producida con el teatro tradicional, la pedagogía crítica de Paulo Freire, así como por la visión aportada por Boal, que entiende el teatro social como una herramienta de transformación en la que el espectador se convierta en actor. Como hemos dicho anteriormente, el teatro social no solo supone un cambio personal, una desmecanización de las personas (como propone Boal), sino también un cambio colectivo, puesto que se plantean situaciones diversas y se responde a ellas de formas distintas a través de un trabajo colectivo.

Augusto Boal (1931-2009) propone en 1960 el Teatro del Oprimido. Se trata de un teatro popular, accesible a todos y en cualquier lugar, en el que todos pueden participar, aunque no sean profesionales de ello. La idea es hacer intervenir al público en la representación; una representación de creación colectiva en la que se pretende la reflexión sobre una problemática determinada.

El Teatro del Oprimido nace de un colectivo que está siendo objeto de una opresión ejercida por parte de otro colectivo con la intención de obtener unos beneficios. Se trata de dar a conocer el trabajo admirable de personas sencillas, oprimidos, que han luchado contra una situación, que la han denunciado y que deseaban transformarla. Mientras que el teatro tradicional es eminentemente un bien de consumo, el Teatro del Oprimido tiene una dimensión humana a lo largo de todo el proceso artístico ya que, desde su concepción, su objetivo va más allá de la representación frente a un público: el cambio social.

Según A. Boal, “el Teatro del Oprimido no es una serie de recetas, de procedimientos liberatorios, un catálogo de soluciones ya conocidas: es sobre todo un trabajo concreto sobre una situación concreta, en un momento dado, en un lugar determinado. Es un estudio, un análisis, una investigación”. También es bien conocida su frase: “El teatro es un ensayo para la revolución”. Esto significa sobre todo una cosa: un trabajo conjunto, de grupo, como sujetos históricos capaces de realizar cambios y emancipación. Se trata de personas que trabajan porque no se conforman con la situación de desconcierto.

Desde el punto de vista de la educación social es importante tener en cuenta el teatro social como herramienta de cambio puesto que con ella podemos intervenir con numerosos colectivos y contextos diversos. Además, ser conscientes y conocedores de este ámbito es muy importante para poder integrar todo tipo de métodos a nuestras intervenciones; lo que supondrá un paso adelante para todos y todas.

El Teatro del Oprimido tiene por objetivo utilizar el teatro y las técnicas dramáticas como un instrumento eficaz para la comprensión y la búsqueda de alternativas a problemas sociales e interpersonales. Se trata de estimular a los participantes a expresar sus vivencias de situaciones cotidianas de opresión a través del teatro y en este sentido, podemos entenderlo como una herramienta muy buena para que los colectivos con los que trabajemos puedan expresarse y exteriorizar sus sentimientos, a la vez que reflexionan sobre su situación propia y sobre la de los demás.

Desde sus implicaciones pedagógicas, sociales, culturales, políticas y terapéuticas se propone transformar al espectador pasivo en "espect-actor", como propone Boal, convirtiéndose así en protagonista de la acción, estimulándolo a reflexionar sobre su pasado, modificar la realidad en el presente y crear su futuro. Además, como hemos comentado, las obras teatrales son construidas en equipo, a partir de hechos reales y de problemas típicos de una comunidad, por lo que esto fomenta la cohesión grupal, la confianza en los otros, la ayuda, entre otras muchas capacidades y disposiciones que posibilitan a las personas creer en la colectividad y en el cambio social.

"Ciudadano no es aquel que vive en sociedad, ciudadano es aquel que la transforma"

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